jueves, 21 de febrero de 2008

CUENTOS PARA MEDITAR



Había una vez un hombre que calumnió gravemente a un amigo suyo por envidia del éxito que éste conseguía. Al pasar el tiempo se dió cuenta de su error y la ruina que las calumnias trajeron a su amigo.

Fue a visitar a un sabio para pedirle consejo sobre la manera de arreglar el daño que había hecho. El sabio le dijo que tomase un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas, ve soltándolas, le dijo allí donde vayas.

El hombre se puso muy contento por lo fácil que le iba a resultar arreglar su error y fue soltándolas todas. Cuando terminó volvió a visitar al sabio. Por supuesto, esta era sólo la primera parte, ahora deberás buscarlas y juntarlas todas en el mismo saco.

El hombre se puso muy triste, pensó que era imposible pero lo intentó, aun así no fue posible encontrar casi ninguna y apesadumbrado regresó a casa del sabio.

Del mismo modo que no pudiste recuperar las plumas esparcidas por el viento, el mal que le hiciste a tu amigo voló de boca en boca y no hay ninguna forma de revertir el daño que eso provocó.

Lo único que se puede hacer ahora es pedir perdón a tu amigo.


En los mismos días el amigo que fue calumniado acudió al sabio para preguntarle como podía dejar de sentir odio por los que calumniaban. El sabio le contestó, es muy fácil, debes vivir como las flores.

Las flores nacen en el estiercol maloliente y aun así son puras y perfumadas. Extraen del abono sólo lo que les es saludable pero no permiten que lo agrio manche sus petalos.

Es justo angustiarse por las culpas propias pero no hay que permitir que las de los demás te incomoden.

Rechaza todo el mal que viene de afuera y perfuma la vida de los demás haciendo el bien.

Así viven las flores.

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