lunes, 26 de mayo de 2008

LUGARES A LOS QUE VOLVER



Me gusta tanto viajar que a veces mi imaginación regresa a esos lugares maravillosos que visité en el pasado.
Volver a Euskadi es una constante en mi vida desde la primera vez, hace ya 20 años. Por el camino me voy animando desde que dejo atrás Pamplona y comienzan los empinados prados verdes, el cielo casi siempre encapotado, el fresquito húmedo y la sensación de sentirme en paz, en el lugar donde quiero estar.
Cuanto más se avanza el verde se hace más intenso, aparecen las vacas que pacen tranquilas, entre caseríos y me invade el deseo de bajarme del coche o del bus, tocar las piedras de las que mana agua, y tumbarme en la hierba húmeda a ver pasar la vida...
Llegar a San Sebastián, caminar por el paseo nuevo, callejear por la parte vieja, potear, disfrutar de los sofisticados pintxos y pasear por la concha hasta el peine del viento y despeinarme. Subir al Igueldo en funicular.
Recuerdo aquella discoteca mítica, la Ku, y no recuerdo si era al lado del hotel del mar en la curva del sol o al lado del hotel del sol en la curva del mar...
De excursión a Zarautz, tomar el vermut en su inmensa playa viendo el ratón de Getaria, dar largos paseos mientras veo a los surferos atrapar la mejor ola. El cielo es menos azul o más gris en Euskadi y el mar es más bravo y la espuma blanca cuando las olas rompen, es mucho más blanca en el mar Cantábrico.
En dirección a Vizcaya comienzan los bosques de hayedos y se respiran aromas inconfundibles. Y aunque algunos lugares como Bermeo y Mundaka ya no son tan vírgenes como hace años siguen teniendo una energía especial.
Cambiaría cualquier pueblo de Vizcaya por una gran ciudad y eso que soy una urbanita recalcitrante.
Todas estas imagenes y muchas más perviven en mi memoria y tiran de mi para que vuelva una vez trás otra. Como es la mente que siempre desea lo que no tiene. Del mismo modo añoraba mi ciudad cuando viví fuera.
Hoy, recordar aquellos lugares que tanto he disfrutado, a los que siempre volveré, me hace reflexionar sobre esos otros lugares interiores y en esa búsqueda mia, a diario añoro, dibujar el camino que me conduce a ellos y aprenderlo para regresar una y otra vez.

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