No nacimos para sufrir, ni para autoculpabilizarnos, ni para hacer del dolor una forma de escape de nuestros propios remordimientos, ni para hacer del estres nuestro motor.
Hay que huir de los estereotipos judeo-cristianos, salir del agujero, disfrutar de lo que la vida nos brinda a diario.
Debemos practicar la teoría de los tres "ochos": Ocho horas para descansar; ocho horas para trabajar; ocho horas para disfrutar del ocio.
La satisfacción del descanso y del ocio es una inversión en salud mental y una potenciación de nuestra autoestima.
Debemos darnos un capricho mucho más que de tanto en tanto. Vivir intensamente, vibrar con el transcurrir de la vida, con las pequeñas cosas.
Nuestra meta ha de ser la alegría, el sentirse bien, buscar un estímulo vital positivo.
Debemos ser buscadores de nuevas experiencias que nos sumen, investigar nuevos caminos que nos hagan crecer, en definitiva abrirnos a la vida, a las posibilidades infinitas.
Debemos aprender a gestionar los sentimientos, sin dejar de sentir, pero sin dramatizar ni lo bueno, ni lo malo.
Dejemos ya de analizarlo todo tanto, de cuestionarlo, de juzgarlo y de juzgarnos.
Que hay de malo en disfrutar, de vivir el placer, cada uno como se le antoje, siempre que no haga daño a otro?
Seguramente nuestro día será mejor si nos aliamos con los pensamientos positivos, en vez de refugiarnos en los negativos.
Tal vez todo cambie cuando dejemos de darnos cuerda hacia el polo negativo y nos centremos en darnos cuerda hacia el polo positivo.
Y cuando todo parezca aliarse en nuestra contra, busquemos un mantra que paralice nuestra mente díscola, cada cual que encuentre el suyo propio. "Me siento mejor"
O si todo se pone muy, pero que muy malamente, "Melapelaaaa"
¡¡Que vivan el hedonismo y los hedonistas inteligentes!!